Por Facundo "Apache" Villalba La situación socio sanitaria de la ciudad está llegando al límite. Trabajadores y trabajadoras de la salud agotados, escasez de camas para la internación, sistema de emergencias colapsado y ausencia de políticas públicas destinadas a la prevención y detección temprana, configuran un combo explosivo que por estas horas mantiene en vilo a nuestros vecinos y vecinas.
Este escenario era relativamente fácil de prever para cualquier persona que medianamente siguiera el desarrollo de las noticias vinculadas a los estragos que el Covid-19 causó a lo largo y ancho del mundo, y las contrastaba con las falencias previas de nuestro sistema sanitario.
Con una crisis de magnitud en el horizonte, lejos de fortalecer el sistema de salud municipal, realizar tareas de prevención y detección temprana de casos, el gobierno local decidió gobernar para la tribuna, poniendo todas sus fichas a un incorroborable “cierre” de la ciudad vía retenes.
Mientras tanto, y como tantas veces en nuestra historia, las respuestas más importantes vinieron de la mano de la comunidad organizada, que desde hace meses viene haciendo un esfuerzo enorme para que a ningún vecino o vecina le falte un plato de comida y para intentar acortar las distancias entre el Estado y nuestro pueblo.
La creatividad popular y la responsabilidad político-social de los diversos actores que conviven en cada una de nuestras barriadas parieron en tiempo récord una herramienta innovadora y comprobadamente eficaz, para la etapa, como son los Comités Barriales de Emergencia, que hoy asisten a cerca de 400 cocinas populares a las cuales acuden cada semana unos 44.000 marplatenses y batanenses en busca de sus viandas. Las heroínas de esta historia esperan aún el reconocimiento, por parte de los Estados, a su labor.
Los clubes barriales, mientras esperan que la pelota vuelva a rodar y los potreros a llenarse de pibes y pibas, configuraron una red comunitaria que semana tras semana asiste a las ollas populares con las que las y los promotores deportivos mantienen el vínculo con los y las deportistas y sus familias.
Estos esfuerzos se repiten en cada barrio, donde la solidaridad brota no sólo de las organizaciones y movimientos populares, sino también de nuevos emergentes como grupos de vecinas y vecinos, trabajadores, hinchas de clubes, estudiantes, etc, que con diversos niveles de organización y/o experiencias previas hacen carne aquello que nos enseñara nuestra Evita de “que hay que correr y dar, sin esperar”.
Este enorme esmero colectivo no se limita a lo alimentario. Cerca de mil promotoras de la salud fueron capacitadas y de forma voluntaria ya recorrieron miles de domicilios en busca de “casos sintomáticos”, a la vez que acompañan la tarea en las cocinas y puntos de distribución de mercadería, llevando información y aplicando protocolos sanitarios para poder seguir cuidándonos. Otras tantas continúan realizando acompañamientos a las víctimas de violencia de género, o se organizan para repartir semillas, detectar casos de abusos policiales o identificar problemas estructurales de los barrios en busca de una solución.
Esa enorme voluntad de nuestro pueblo, es el eslabón indispensable para poder superar esta crisis, pero requiere que el Estado haga su parte.
El 29 de marzo el intendente Montenegro inauguró el primer “centro covid”, una carpa sanitaria instalada al lado del CEMA destinada “al hisopado y derivación de pacientes”, y en ese marco anunció la “pronta” apertura de otros cuatro dispositivos similares. Al día de la fecha solo se puso en funcionamiento uno más.
La velocidad para las declaraciones públicas del jefe de gobierno local, es diametralmente opuesta a su capacidad y/o voluntad para fortalecer el sistema de salud público de nuestro Partido.
Desde el 17 de marzo (inicio del ASPO) al dia de hoy, el municipio de General Pueyrredon no ha incorporado una sola cama de internación, ni cuenta con un laboratorio municipal que ayude a descomprimir la ardua tarea que están llevando adelante el Instituto Nacional de Epidemiología y el Hospital Interzonal, cuyos ámbitos de actuación exceden largamente los límites de nuestro distrito.
Por el contrario, en este periodo, el gobierno local ha decidido encarar una “reestructuración” de las horas extras del personal de salud, que en los hechos implicó una reducción de las guardias de pediatría, que solo pudo ser evitada gracias a la lucha de gremios como CICOP y las comunidades de las áreas programáticas afectadas.
Al mismo tiempo, en el loable intento por hacerse cargo del total de la cobertura de los accidentes en la vía pública, resintió la atención de las emergencias en las periferias y colapsó la línea 107, con la cual resulta prácticamente imposible comunicarse. Así mientras nuestro pueblo construyó respuestas, redes y puentes comunitarios; y las trabajadoras y trabajadores de la salud dejaron todo de sí en cada uno de los servicios, el gobierno municipal desgastó sus energías en disputas internas, declaraciones demagógicas y decisiones pensadas más para la tribuna, y con el ojo puesto en las elecciones de medio término del año entrante, que en colaborar a superar la crisis que estamos atravesando.
En el medio las y los marplatenses y batanenses sufrimos la desidia de un gobierno que pretende usufructuar las iniciativas de los gobiernos nacional, provincial como así también la enorme solidaridad de nuestro pueblo, poniendo poco o directamente nada para lograr una sinergia que nos permita superar la crisis, al tiempo que sus segundas líneas intentan desligar responsabilidades del ámbito de la gestión local, o trasladarlas a la responsabilidad individual de nuestros vecinos y vecinas, para “no pagar los costos” que implica conducir un estado en tiempos de una crisis global, de singulares características, como la actual.
Sabemos que nuestro pueblo seguirá realizando, y profundizando, los esfuerzos para el cuidado personal y colectivo. Pero necesitamos que de una vez por todas el gobierno municipal se ponga a la altura de las circunstancias y ponga todos sus recursos en el cuidado de la vida de las y los marplatenses y batanenses.
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