En distintas regiones de nuestro país y la Patria Grande se replican sin pausa diversas experiencias territoriales que, aunque desconocidas y atomizadas por el poder económico global, no dejan de ser trascendentales a la hora de pensar políticas públicas agropecuarias que prioricen por igual soberanía y seguridad alimentaria, cuidado del medioambiente y modalidades de intercambio no necesariamente regimentadas por el mercado.
Una de esas experiencias es la de Cooperativa de Trabajo Colonia Ferrari, integrada por un puñado de jóvenes familias que desde hace algo más de cinco años comenzó a producir agroecológicamente en cercanías de la localidad bonaerense de Las Armas.
Este breve informe repasa sus inicios y analiza algunas de sus características. En la voz de dos de sus referentes se avizoran, además, lazos vinculares y políticos pasados, presentes y futuros que remiten a las enseñanzas del maestro Rodolfo Kusch, para quien la tierra no representa sólo el arraigo, la identidad de lo propio, sino el horizonte simbólico en donde se expresa la vida del sujeto cultural latinoamericano, para quien el estar en la tierra y con la tierra es el camino de integración natural para el sostenimiento de la vida, una valoración que pone en crisis el sistema de valoración europeo, concebido sobre un sujeto que valora ante todo la racionalidad del ser dominador de la naturaleza.
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La experiencia
Con el sueño de “la vuelta al campo”, y la necesidad de emprender un proyecto laboral, con recursos y el apoyo del Frente Agrario Evita y área Campesina, un grupo de jóvenes familias de origen urbano llegó a Colonia Ferrari en 2015, previo acondicionamiento del lugar en 2014. El predio está ubicado sobre Ruta Provincial N° 74, a unos 20 Kilómetros de la localidad de Las Armas (Partido de Maipú) camino a General Madariaga.
En esencia, la cooperativa posee un tipo de producción diversificada: se dedica a la producción hortícola, a la cría de animales de granja (eventualmente ganado bovino, ovino, porcino y aviar con el fin de producción de huevos, carne, leche y sus derivados; también realiza un manejo racional del monte para aprovechamiento de leña y madera iniciándose, de manera incipiente, un sistema silvopastoril. Esta diversificación productiva se realiza hace unos 6 años desde la perspectiva agroecológica, partiendo de los principios de soberanía alimentaria, energética y de insumos, con la finalidad de autoabastecimiento para las familias habitantes y la producción de alimentos sanos con destino a comercialización en la zona, promoviendo la relación directa productor-consumidor. Las familias integrantes del proyecto entienden y consideran que lo productivo no es el único eje organizador de las relaciones dentro de la cooperativa. Según se desprende de los testimonios recogidos, producir de manera agroecológica implica tener una mirada sistémica e integradora del agroecosistema. Pero esa mirada integradora no sólo hace foco en lo productivo sino también en lo social, en la construcción de valores y en el hacer, en la práctica diaria y en las formas de construir vínculos comunitarios. Los roles y funciones se asignan según capacidades (nivel de conocimientos específicos en determinados asuntos), por acuerdos, por área, sección o actividad demanda por la propia actividad. Las tareas de limpieza y mantenimiento se comparten, no están divididas por los roles sexo-género sino que “todes hacen de todo”. Igual dinámica poseen las tareas de elaboración de materia prima y agropecuarias en general. Existe una fuerte valorización de las relaciones horizontales, entre pares. La misma dinámica de la actividad, como la resolución de periódica de los problemas más urgentes (Ej.: el aprovisionamiento de agua dulce con destino a producción) acompaña los procesos de aprendizaje colectivo e intercambio de conocimientos. Sus integrantes tienen absoluta claridad sobre las implicancias de la agroecología en un sentido amplio y diverso. No sólo manifiestan que su práctica da como resultado alimentos sanos para consumo humano, sino que involucra “saberes de distintos lugares, de personas con distintos aprendizajes, lugares y realidades”. También, indican, “engloba una forma de vida”. “La soberanía alimentaria más que principio agroecológico, es una bandera de lucha. Para los que luchamos para que no exista más hambre en el mundo es eso. Los que queremos producir alimentos sanos para el Pueblo (no para unos pocos) adoptamos la agroecología como nuestra forma de producir” (Bárbara). Aunque uno de los pilares del proyecto tiene relación con el desarrollo de empleo rural, aprendiendo “colectivamente y en donde no haya opresores ni oprimidos” (Bárbara), la valoración de la agroecología trasciende lo productivo. Los integrantes de Colonia Ferrari consideran que la agroecología, en tanto forma de vida, implica una concepción política y cultural de construcción de nuevos lazos comunitarios, identidad imbricada en la rica historia cultural latinoamericana, esencia de la agricultura familiar y del pequeño productor rural. Como en tantas otras experiencias a lo largo y anchos de Argentina, Latinoamérica y el mundo, el modelo de comunidad rural planteado en Colonia Ferrari concibe la práctica agropecuaria con sujetos rurales de carne y hueso en relación directa con la tierra, que afirman su identidad en el trabajo cotidiano. Se trata, en definitiva, de recuperar saberes e identidades ancestrales a través de un proyecto de agricultura con agricultores basada en la convivencia no contaminante entre seres humanos y naturaleza.
La práctica
Desde el punto de vista técnico, según se indica en un resumen de la experiencia presentado para este informe, las actividades en Colonia Ferrari parten “desde la prevención y no desde la ‘curación’ es decir, se trabaja para que los procesos ecológicos aumenten la fertilidad, nutrición, regulación de plagas y enfermedades, en lugar de tratar síntomas relacionados con los problemas de manejo que genera el modelo productivo en base a insumos de síntesis química”. Las formas en que las prácticas agroecológicas se manifiestan parten del principio de promover la actividad biológica y la promoción de nutrientes para las plantas, manteniendo “el equilibrio entre los componentes del sistema, aumentando la biodiversidad tanto de los cultivos como de plantas acompañantes o espontáneas en determinados lugares. Esto permite mantener los nichos de enemigos naturales, que impiden la “explosión” de plagas por estar presentes durante todo el año en las plantas huéspedes, y que además favorecen la polinización de los cultivos y forrajes. La no utilización de productos de síntesis química, además de reducir costos, no perjudica la fauna y flora del suelo, lo que permite el reciclado de nutrientes la solubilización y mineralización de los mismos entre otros beneficios. Otra clara práctica agroecológica en la producción hortícola “es la diversificación y asociación de especies, lo cual permite la complementariedad de nichos ecológicos, un mejor aprovechamiento de luz y agua, mejor aprovechamiento del espacio, aumento de relaciones interespecíficas buscando la sinergia que se da entre ellas, aumenta la diversidad en tiempo y espacio, y regula la competencia con especies espontáneas que compiten con el cultivo, así como la disminución en la incidencia de plagas y enfermedades fortaleciendo el sistema inmunológico del sistema”. Asimismo, el uso de ‘mulch’ (cobertura de suelo con fibras vegetales con distintas pasturas de corte), evita “la competencia del cultivo con las especies espontáneas (malezas), y a su vez, aporta materia orgánica al suelo, mantiene la humedad y regula la temperatura edáfica”. Esta práctica ofrece las mejores condiciones potenciales para el desarrollo y mantenimiento de la vida del suelo. En cuanto a la producción avícola, ésta se realiza bajo cubierta y en jaulas para pastoreo. No existen condiciones de encierro y aislamiento como en la producción industrial: las aves caminan en busca de su alimento. La actividad todavía “requiere de la compra de alimento balanceado, pero se piensa en el bienestar animal buscando que no haya condiciones de hacinamiento, que favorezca, entre otras cosas, la incidencia de enfermedades que hacen que se requiera la utilización de antibióticos de manera constante y preventiva. Se respeta el ciclo biológico de los animales, no forzando el aumento de peso a partir de la utilización de luz, que modifica la ‘duración del día’. El resultado final se ve claramente en la producción: la cooperativa produce uno de los mejores pollos de campo de la zona, con mejor sabor, peso y mucho más sanos. “La producción de ganadería bovina, se trabaja mediante las bases de la ganadería regenerativa, la cual permite la mejora de los suelos por el uso racional de los pastizales. Este manejo de los pulsos cortos de pastoreo y descansos planificados aumenta la oferta forrajera, la biodiversidad genética y la actividad e interacción de especies vegetales y animales, permitiendo mayor eficiencia en el uso de la superficie destinada al pastoreo, a la vez que no se degrada el recurso suelo, sino por el contrario, lo enriquece”, informa el mismo documento. Una característica no menor lo constituye la concepción holística y cíclica de los sistemas productivos, ya que los residuos de una actividad se convierten en un insumo para la otra. Como ejemplo se señala la integración entre producción avícola y producción hortícola, la cual “se da por la utilización de residuos propios de cada producción como el guano, los restos vegetales de la misma huerta. Además, se agrega el pasto proveniente del mantenimiento del parque y también la huerta para la producción de fertilizantes orgánicos como el bocashi (abono orgánico), lo cual aporta al reciclaje de biomasa (materia viva), mejora las condiciones de suelo para la producción vegetal, minimiza pérdidas de energía, agua y nutrientes, etc. convirtiendo lo que para una producción convencional serían desechos, en insumos claves para la horticultura”, y agregan que si los residuos propios de ambas actividad no fueran reciclados “la putrefacción sería el modo de descomposición y reducción, aumentando de esa manera la presencia de roedores, olores desagradables y aumento de las posibilidades de focos de infección”, destacando un tercer beneficio extra del reciclado.
“Otra práctica concreta consiste en el pastoreo con las vacas en pequeñas parcelas, en los sectores nuevos de tierra que se van a incorporar a la producción hortícola. Esto nos permite disminuir el pasto existente y la incorporación de nutrientes a través de la bosta y orina previo a las labores de preparación de la tierra”, se explica. La búsqueda de la diversidad biológica no es algo privativo del agroecosistema, también es competencia del área productiva. Una cosa es producir y depender de monocultivos. Otra muy diferente es trabajar la tierra para obtener de ella variedad y calidad de materia prima apta para consumo. Esto es algo que tienen muy claro en Colonia Ferrari: “Se sabe que la diversificación productiva ayuda a disminuir los riesgos económicos intrínsecos de la producción agrícola-ganadera (no depender de un monocultivo o única producción ganadera) debido a que la oferta de productos, para comercializar y/o consumir, es relativamente constante a lo largo del año. Si bien la cooperativa trabaja de esa manera, es necesario seguir aumentando la diversificación de productos y la integración entre las producciones a la vez que se necesita optimizar el sistema de comercialización, para poder asegurar ingresos necesarios para la autosuficiencia económica de la cooperativa y, por ende, de las familias”, explican, subrayando algunos de los principales aspectos a desarrollar.
Tres preguntas para Bárbara y Milagros
¿Qué es la agroecología para ustedes?
“Es el nombre que lleva la forma que utilizamos para producir nuestros alimentos. Son esas técnicas que, combinadas, dan resultados de alimentos sanos para el Pueblo. Tiene muchos componentes de saberes de distintos lugares, de personas con distintos aprendizajes, lugares y realidades. También engloba una forma de vida. La soberanía alimentaria más que principio agroecológico, es una bandera de lucha. Para los que luchamos para que no exista más hambre en el mundo es eso. Los que queremos producir alimentos sanos para el Pueblo (no para unos pocos) adoptamos la agroecología como nuestra forma de producir”.
¿Cómo se ve reflejada la práctica agroecológica en las tareas cotidianas?
“Hacemos mucho énfasis en el componente social. Somos compañeros, tenemos vínculos, tenemos un sueño, un objetivo en común, crecemos con nuestras familias juntas, tenemos un lazo comunitario muy fuerte entre nosotros. No sólo es lo productivo, lo que se produce, sino que hay esos componentes sociales que incluye la agroecología, muy importantes para nosotros, y es la forma de producir con la que hemos aprendido, colectivamente y en donde no haya opresores ni oprimidos”.
¿Qué articulación existe con los Estados (municipal, provincial, nacional)?
Hemos hecho todo lo posible para ser reconocidos por el Estado Nacional como productores familiares. Nos hemos registrado en el RENAF, en el RENABAP, en todas las instancias que hemos podido intentamos visibilizarnos y para poder ser también SUJETO ECONÓMICO, porque aquí estamos los pequeños productores familiares. Hemos presentado proyectos de financiamiento en el Ministerio de Educación, en el Voluntariado Universitario, en el Ministerio de Agricultura. En algunas cosas hemos tenido suerte, en otras no, pero lo hemos intentado y lo seguimos intentando. (Para seguir leyendo, podés descargar el informe completo).
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