Por Facundo "apache" Villalba Llegamos al final de una semana por demás compleja, el aislamiento social obligatorio no impidió el movimiento en el tablero político, más bien, todo lo contrario.
Una serie de errores propios le dieron el pie a la oposición política y económica para,quizá por primera vez, desde la asunción de Alberto Fernandez, tomar la iniciativa en la agenda pública y poner en evidencia las tensiones propias de un gobierno de coalición como el del Frente de Todos, qué a poco más de 100 días de asumir debe afrontar una crisis de escala global, con un Estado arrasado por 4 de años de gestión Cambiemos.
La imagen del pasado viernes, con bancos desbordados, en algunos centros urbanos, producto de la falta de previsión del Banco Central y la Anses, fue amplificada por los grandes medios de comunicación que aprovecharon el desacierto oficial para poner en duda la estrategia del aislamiento social y generar una masa crítica que de plafón al pedido que desde los sectores concentrados de la economía vienen realizando. en función de retomar la actividad económica, poniendo por delante la rentabilidad de sus empresas en detrimento de la salud pública.
El reconocimiento del error, las explicaciones de Alberto Fernández y la corrección en los procedimientos parecían re encauzar la situación, cuando la polémica ante la compra de alimentos, por encima de los precios máximos fijados por el propio gobierno, volvió a sacudir al barco del frente de todos, pegando sobre su línea de flotación en al menos dos aspectos: Por un lado vinculando “la corrupción” con la gestión Fernandez y por otro a está con la asistencia alimentaria y particularmente en un área con fuerte presencia de dirigentes de movimientos populares.
La definición del Ministro Arroyo “las empresas se nos plantaron” no conformó ni a propios ni a extraños. Unos, lanzados oportunistamente a golpear al gobierno y, otros, preocupados ante semejante confesión de debilidad del Estado ante las empresas. Nuevamente, el Presidente de la Nación tuvo que salir a dar explicaciones públicas.
Como si esto fuera poco, esta semana también se conoció que por un (otro) yerro, miles de beneficiarios de programas sociolaborales vieron acreditado en su cuenta el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Hasta el momento, nadie se hizo cargo del error, nadie salvo las y los trabajadores de la economía popular a quienes se les descontará de sus próximos ingresos el monto depositado, generando un perjuicio en el futuro inmediato de los mismos.
Para cerrar la semana, la imagen de la policía bonaerense reprimiendo a trabajadoras y trabajadores del Frigorífico Penta de Quilmes, que se encontraban sosteniendo un acampe en defensa de la fuente laboral, mostró que pese al cambio en la política de seguridad encabezado por la ministra Frederic, las fuerzas de seguridad continúan reticentes a modificar sus prácticas y, tal vez, lo más grave, encuentran apoyo en sectores del gobierno como el Ministro Berni quien, pese al repudio expresado por el Gobernador Kicilkof y la intendenta Mendoza, realizó declaraciones justificantes del accionar represivo de la fuerza que él conduce.
Pese a esto, el gobierno encabezado por Alberto Fernández sigue gozando de un gran apoyo popular, sobre todo en cuanto al manejo de la crisis y la efectividad de las decisiones tomadas, que permiten ganar tiempo y preparar el sistema sanitario para cuando llegue el pico de contagios.
Los datos expuestos durante la conferencia de prensa del viernes por la noche confirman que “el esfuerzo, no es en vano” y dan fuerza al gobierno nacional, para continuar con la estrategia del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, eligiendo la vida por sobre la economía.
No podemos darnos el lujo de dilapidar ese caudal político. Lo peor sigue estando por venir y nadie puede saber a ciencia cierta cuál será la dimensión de la crisis que debamos afrontar. Lo que sabemos es que para poder hacerlo debemos contar con un gobierno fuerte, y para eso, hay que terminar con los errores no forzados, el fuego amigo y avanzar en democratizar la gestión y el control del estado con protagonismo popular.
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