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Belgrano, el periodismo, la libertad

  • soliver54
  • 7 jun 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 30 ago 2020



Por Sebastián Oliver

El presente mes de junio posee la curiosa coincidencia de contener en su calendario tres fechas que vinculan la vida y muerte de una persona con el oficio del periodista que, ejercido con la ética de la libertad y la conciencia, constituyen el camino ejemplar del no siempre bien conmemorado Manuel Belgrano. La mente maestra que, junto a Mariano Moreno, gestó el plan político revolucionario de 1810, nació el 3 de junio de 1770 y falleció 50 años más tarde, el 20 de junio de 1820, luchando hasta el último aliento por la libertad y la búsqueda del bien común y colectivo resignando todo tipo de beneficios personales.

Aunque suele nombrarse a Moreno como el padre del periodismo argentino, es Belgrano el primero en definir con claridad sus alcances sociales y políticos.

En la edición del 11 de agosto de 1810, Belgrano publica un ensayo en el periódico Correo de Comercio titulado "La libertad de prensa es la principal base de la ilustración pública", en donde reclamaba necesaria “la instrucción pública, para el mejor gobierno de la nación y para su libertad civil, es decir, para evitar la tiranía de cualquier gobierno que se estableciera". Para Belgrano, el periodismo y su condición necesaria, la libertad de prensa, constituyen un mismo proyecto de instrucción pública. Educación y política se definen en el ejercicio periodístico porque están mutuamente implicados. La visión del sujeto social belgraniano pretendía aportar a su condición humana “la elevación de las facultades del alma”, como quería Locke, afirmando que su objetivo principal “no es hacer jóvenes perfectos en ninguna de las ciencias, sino abrir y disponer sus inteligencias para que sean capaces de obtenerla cuando se aplique a ello”.


Periodismo entre nubes y pantallas


La reconversión de las empresas periodísticas tradicionales o el surgimiento de las nuevas con estructura digital -en el marco de los profundos cambios tecnológicos actuales- suele ser el eje temático alrededor del cual se analiza la situación del periodismo argentino y mundial en los últimos años. Aunque existen más que fundadas razones para ello, quizás en estos tiempos de posverdad (eufemismo para definir la divulgación de mentiras planificadas por los grandes medios y redes sociales) resulte necesario volver a preguntarnos qué es el periodismo, cuáles son sus alcances e implicancias en la formación de ciudadanía, cuál es la valoración que los ciudadanos hacemos de la información que consumimos diariamente (¿es buena, es mala, es basura?), qué servicios nos ofrece y nos debería ofrecer, qué significa ser periodista y ejercer el oficio, más un largo etcétera.

Nuestra cotidianeidad en esta segunda década del Siglo XXI se inicia con una pandemia viral cuyos efectos son aún desconocidos, complementada al unísono por otra gran pandemia: la de las pantallas dedicadas a todo tipo de formatos de entretenimiento y control individual: dinámicos, brevísimos, de alto impacto, ultrafragmentarios, esencialmente desinformados. Con excepción de los perfiles o canales exclusivamente utilitarios de las redes sociales dedicados a oficios o resolución de cuestiones domésticas (los denominados ‘DIY’) nada ni remotamente parecido a lo que solía entenderse por periodismo o comunicación socialmente útil o necesaria queda vigente, según los manuales escritos en la pasada era analógica. La producción y distribución de sentido en forma masiva posee, hoy, una direccionalidad hegemonizada por la exacerbación del hedonismo, en todas sus variantes. Entonces, en esta nube digital que no es ni está pero existe, ¿dónde quedó el periodismo?

La respuesta a esa pregunta la escribió Manuel Belgrano hace 210 años. Recuperar su memoria será, quizás, volver a un periodismo que exige de nosotros algo más que sujetos entretenidos, enojados o desconfiados de los demás.





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